La Real cayó ante el Zenit de San Petesburgo por uno a tres. Todos estábamos bajo alerta de los ultras rusos, pero el equipo no mostró lo propio en cuanto al juego del equipo rival.
Anoeta se vestía de gala para recibir a un rival de talla, al contrario de su afición. Una hinchada temida por toda Europa y sobre la que se había alertado en el entorno txuri-urdin. En cambio, los jugadores de Eusebio Sacristán no parecían estar tan apercibidos de las armas del propio equipo.
Un estilo bien definido
El Zenit sabe a lo que juega. Son conscientes de sus armas, y las saben explotar. Hacen de su zaga, un sólido muro; convierten a sus centro campistas en TODO campistas; y sus atacantes son auténticos puñales con gol, mucho gol. Sabedores de ello, hicieron en Anoeta lo que vienen haciendo a lo largo de la temporada: replegarse atrás y aguardar a la contra. Un sistema de juego tan eficaz como letal. Y sino pregunten a los Odriozola, Llorente, Iñigo, Kevin o Rulli que tanto lo sucumbieron.
Al más puro estilo Zenit
Fruto del estilo de juego de los rusos llegaron los tantos, y con ellos, la victoria. Una victoria que los hace líderes del grupo L y les permite enfrentarse a un rival, a priori, de menor entidad. El caso es que, los celestes practicaron su fútbol y por consecuencia, llegaron los goles. El primero de ellos obra de Aleksandr Erokhin. Balón al espacio para Rigoni, éste tras dejar atrás a Odriozola, chuta y el nefasto despeje de Gero Rulli, cae en los pies del ya mencionado Erokhin, para que abra la lata.
Reacción, efímera reacción
La Real llegaría al descanso por debajo en el marcador. Sería después del mismo cuando llegaría el tanto de la igualada. Januzaj se puso el mono de trabajo, regateó a unos cuantos rivales por banda para filtrar un pase en el área pequeña que Willian José remató. La cosa se ponía interesante.
Vuelta a la tónica habitual
No dudaría demasiado la euforia donostiarra. El tanto de «Willy» fue un mero espejismo. Tan breve fue el mismo que, en cuestión de minutos, el Zenit volvió a ponerse por delante. Corner a favor para los rusos. Rulli saca el esférico de puños, tras una jugada algo carambólica; el balón llega a Ivanovic y éste de chilena, anota el segundo poniendo nuevamente a los suyos por delante en el luminoso. Un gol de bella factura que resultó ser determinante moral y futbolísticamente hablando.
Y llegó la sentencia
La Real siguió intentándolo, pero sin demasiado afán ni ímpetu, por lo que la sentencia acabó llegando. Leandro Paredes fue el autor de la última diana, la diana que dejó Anoeta aún más helado en cuanto al partido se refiere, pero más caliente que nunca ante la actitud de los ultras. En una jugada individual, el ya mencionado Paredes, mató el encuentro y certificó el liderato de los suyos, haciendo el 1-3 en el marcador.
Mucho balón, poco gol
El partido dejó muchas conclusiones. Entre ellas, la más destacada, fue la cantidad de posesión por parte de la Real. Mucha posesión pero poca eficacia. Con un 72,5% de posesión los donostiarras repartieron más de 500 pases precisos, y tiraron 25 veces a puerta. Al Zenit le bastó con 8 tiros para anotar 3 goles y llevarse el encuentro.
No cabe duda de que, la idea de Eusebio está más cuestionada que nunca. La Real no logra retomar el vuelo y eso preocupa, y mucho.