Un ciudadano ruso quería conseguir una botella de vino a toda costa y no le tembló el pulso al robar de una instalación de entrenamiento militar un tanque para lograr su objetivo.
Apartó los coches que se interponían en su camino, dejándolos siniestrados, y empotró el tanque contra el cristal de una tienda. Se bajo del vehículo con calma y robó una botella de vino. Ante la imposibilidad de volver a maniobrar con el tanque, lo abandonó en el lugar de los hechos.
El hombre fue detenido poco después. No opuso resistencia y parece que iba en estado de embriaguez.