Los expertos vaticinan que para el año 2050, todas las reservas de cacao habrán desaparecido de la faz de la tierra. ¿A qué se debe esta terrible premonición que también afecta a otros alimentos de consumo diario?
Desde que los aztecas aprendieron el cultivo y el uso del cacao, su popularidad ha subido como la espuma, convirtiéndose en una auténtica delicatessen para los amantes del dulce. Negro, blanco, con leche, libre de soja, sin gluten, ecológico, con semillas de quinoa y chía… Las posibilidades son infinitas. Sin embargo, este imperio del chocolate podría desmoronarse en las próximas décadas. ¿El motivo? El temido e imparable cambio climático.
Un grupo de investigadores de la Universidad de California, en Estados Unidos, ha elaborado un estudio que alerta sobre la posibilidad de desaparición de este suculento manjar. Más concretamente de la planta del cacao, cuya producción se concentra casi en su totalidad en Costa de Marfil, Ghana, Ecuador y Venezuela. El responsable de esta catástrofe culinaria no es otro que el cambio climático, que avanza inexorable arrasando todo a su paso. Huracanes, tornados, inundaciones, sequías históricas, incendios forestales y el temido deshielo, con su consecuente aumento de las temperaturas, son solo algunas de las consecuencias.
Ante esta tesitura, el sector de la alimentación ve cómo sus granjas y cultivos caen bajo el yugo del calentamiento global, siendo el chocolate uno de los productos más perjudicados. Los científicos predicen un descenso constante en la producción, alcanzando una caída drástica entre las décadas de 2020 y 2030. Sin embargo, no será hasta el año 2050 cuando la situación se torne desesperada, obligando a los agricultores a desplazar los cultivos a zonas antes impensables como la montaña, mucho más fresca y salvaje que su actual hogar. Sin contar con que ese aumento de las temperaturas no cese en el futuro, lo que llevaría a su extinción definitiva.
No obstante, los expertos no solo culpan de este problema al cambio climático. Otros factores como el aumento del consumo, que ahora se sitúa en las 286 chocolatinas al año por consumidor medio, un 10% más en comparación con años anteriores; el ataque de las plagas o un sistema de producción mayoritariamente tradicional. “A diferencia de otros cultivos que se han visto beneficiados por el desarrollo, las técnicas de producción y cultivo del chocolate siguen siendo las mismas que hace cientos de años en el 90% de los casos. No se aprovecha su potencial genético, sino que son pequeñas explotaciones de agricultores”, explica Doug Hawkins, investigador de Hardman Agribusiness. La solución parece ser la creación de un sistema de cultivo mucho más rentable, rápido y sostenible. ¿Existe algo así en el presente?
Los científicos trabajan a contrarreloj para dar con una solución eficiente. Todas sus esperanzas radican en una tecnología llamada CRISPR, basada en la edición genética. En colaboración con la Universidad de Barkeley y la empresa de alimentación Mars, la Universidad de California se ha puesto manos a la obra con esta herramienta revolucionaria que se encarga de hacer pequeños ajustes en el ADN de los alimentos. Si las primeras pruebas resultan satisfactorias, las nuevas plantas de cacao serán capaces de soportar mejor las condiciones medioambientales, la falta de agua o las posibles plagas. Beneficiando tanto a los consumidores como a aquellos que viven de su cultivo.
Jennifer Doudna, genetista que ganó en 2015 el premio Princesa de Asturias de Investigación por la invención de dicha tecnología, supervisará el proyecto junto al director de genómica vegetal Myeong-Je Cho. Aunque su creación recibió todos los honores por su capacidad a la hora de erradicar enfermedades y crear los llamados ‘bebés de diseño’, el equipo responsable cree en el potencial de CRISPR para transformar los hábitos alimenticios del ser humano y asegurar así su bienestar personal. Una técnica que también podría ayudar a otros alimentos que atraviesan su propia odisea.
El chocolate no es el único alimento en riesgo
Como bien es sabido, el café es otro de los productos que se encuentra en peligro de extinción y que, además, sufre la agresión de un hongo mortal que ya ha dañado gran parte de la producción de América Central. La subida de las temperaturas supone también un incremento de iones de hidrógeno en el agua, lo que dificulta la supervivencia de especies como las langostas, el salmón, la trucha, las ostras o los cangrejos, todos ellos de consumo humano. Un riesgo acuciante que se une a la presencia de pesticidas y químicos contaminantes en el medio.
Sin mencionar el famoso Desorden de Colapso de Colonias o, lo que es lo mismo, la muerte masiva de las abejas. Durante los últimos años, el calentamiento global está detrás de la desaparición de varias especies polinizadoras que hacen posible el cultivo de frutas y verduras como la manzana, el melocotón, la pera o el pepino. A pesar de lo que muchos creen, no solo las abejas están amenazadas; también los escarabajos, las avispas, las mariposas, las polillas, los murciélagos o algunas aves como los colibríes que cumplen la misma función.
Lamentablemente, la lista no acaba ahí. Otros alimentos de consumo habitual como el plátano, el arroz, la cerveza, los cacahuetes, las castañas, el vino o la pasta italiana, más concretamente la harina de trigo que se utiliza para su elaboración, sufren el mismo problema. ¿Hay salvación para todos?