Las epidemias de obesidad en general, y obesidad infantil en particular, parecen no conocer límites en el mundo occidental. De hecho, algunos expertos ya sugieren que se está normalizando la obesidad, como una especie de “variante de la normalidad”. Pero la realidad es muy distinta: la obesidad es una enfermedad que va mucho más allá de la apariencia estética inicial en la que suele fijarse todo el mundo.
La obesidad, como enfermedad, también ha demostrado ser capaz de dar lugar a otras enfermedades epidémicas de nuestra época, tales como la diabetes tipo 2(siendo obesos el 80-85% de los individuos con esta enfermedad metabólica), la hipertensión arterial, diversas enfermedades gastrointestinales e incluso sería uno de los mayores factores de riesgo de enfermedad cardiovascular o ictus, sin olvidar determinados tipos de cáncer.
Pero el problema no queda solo en la obesidad en general, sino que se está extendiendo preocupantemente a menores edades: la obesidad infantil lleva años aumentando de forma progresiva, y en gran parte de las ocasiones sin que los padres se percaten de la misma. Probablemente en más de una ocasión todos habremos oído la expresión “solo son unos kilitos de más”, una expresión que solo quiere esconder el verdadero problema.
La obesidad infantil, de la misma forma que sucede en la edad adulta, no es un problema estético sino de salud; un problema que ha demostrado aumentar el riesgo de otras enfermedades asociadas también en la edad adulta.