En Gordailua, familiares, amigos y compañeros de Manu Izagirre han querido rendirle un sentido homenaje a uno de los grandes defensores del patrimonio cultural de Gipuzkoa. Denis Itxaso, diputado de Cultura ha dicho que “Estoy seguro de que, si Manu Izagirre tuviera que elegir un lugar que le representara y desde el que pudiera referirse a su trayectoria vital y profesional, Gordailua sería uno de sus preferidos. Eso sí, siempre que fuera en tierra firme porque, como sabéis todos los que estáis hoy aquí y tuvisteis la fortuna de tratarle y conocerle, si entre las opciones posibles estuviera el mar, esta reunión tendría lugar cerca del agua y él se presentaría como un arqueólogo marino o como un marino interesado por la arqueología”.
Manuel Izagirre Lacoste ya desde du nacimiento, en 1946, venía encaminado en la dirección de la Historia y la Cultura Vasca a través de su padre, el historiador y periodista donostiarra Ricardo Izaguirre. De su madre, Concepción Lacoste, Conchi, además de un buen dominio del francés que tan útil le será en su trayectoria internacional, recibió los genes de la responsabilidad y el valor del trabajo.
Joven inquieto en lo intelectual y buen deportista, hizo sus pinitos en la navegación a vela, en el esquí, la escalada y en la espeleología. En esta última faceta, uniendo la destreza física, el deporte y la curiosidad, participó en las actividades de la entonces Sociedad de Ciencias Naturales Aranzadi. Es más, aunque no conste en las crónicas, fue junto con Francis Fernández de Diego, el descubridor del gran bisonte rojo de la cueva de Altxerri y del primer hueso incrustado constatado en una pared de la cueva con pinturas prehistóricas en el País Vasco. Descubrió además junto con sus compañeros espeleólogos las cuevas de Lizarrola, Agarre, etc…
Estudió aparejador en la academia Larzábal de la calle Zabaleta. Al cerrar ésta, completó los estudios de Arquitectura Técnica en la Universidad de Barcelona y, convertido en aparejador, trabajó en distintos estudios y con varios arquitectos, ejerciendo su profesión libre a partir de 1972 hasta su incorporación en 1983, a la recién estrenada dirección de Patrimonio del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco. Años antes, en 1976, había fundado INSUB, la sociedad cultural de Investigación Submarina, con la que pudo iniciarse en la Arqueología Subacuática. Anteriormente, tuvo la oportunidad de realizar un viaje único con unos compañeros también excepcionales. La expedición Hombori -Douentza a Marruecos, Argelia Mali y Nigeria en el año 1975 en la que atravesaron el desierto del Sahara.
En Lakua formó equipo con Teresa Casanovas, que se encargaba del área de museos, con Jesús Muñoz Baroja, responsable de la sección de Arquitectura, y Esteban Lozano. Juntos y, bajo la dirección de Aingeru Zabala, impulsaron infinidad de proyectos en unos tiempos en los que estaba todo por hacer. Con la aprobación de la Ley de Territorios Históricos desembarcó en la Diputación Foral de Gipuzkoa en 1985 donde pudo dar continuidad a varias de las líneas de trabajo iniciadas en Vitoria. Ese paso del Gobierno a la Diputación fue una especie de bisagra en su trayectoria profesional. No vino solo en persona, sino que también se hicieron propuestas entonces embrionarias, pero que con el paso del tiempo se han convertido en hitos señalados de la trayectoria del Departamento foral de Cultura.
Desde su llegada en 1985 hasta su jubilación en 2011, ocupó diferentes puestos, jefe de sección de Patrimonio Histórico-Artístico, luego Servicio de Patrimonio. Creación del Untzi Museoa, que hoy se llama Euskal Itsas Museoa inaugurado en 1991. Como en Agorregi (finca propiedad de la Diputación Foral) su intervención sirvió para impulsar el proyecto de rehabilitación y puesta en marcha de los molinos y ferrería. El proyecto de rehabilitación integral del caserío Igartubeiti y de la construcción del centro de interpretación, cuyas obras se iniciaron en 2004 y concluyeron en 2007. La recuperación del Astilero de Bedua; la rehabilitación y musealización del complejo de Igartza en Beasain; La rehabilitación del astillero Ondartxo, actual sede Albaola en 2009 con el traslado de parte de la colección de embarcaciones de la Diputación Foral de Gipuzkoa a ese espacio.
Las líneas maestras de recuperación del patrimonio vernáculo (como le gustaba decir a Manu) se pusieron en aquellos momentos, el caserío, el paisaje del caserío, los molinos, las ferrerías, ermitas, caleros… empezaron a recibir una atención que ha hecho que hoy en día nuestro paisaje todavía conserve en muchos lugares, no siempre recónditos, esa imagen de lo auténtico, que tanto se aprecia. En esos momentos se pusieron las bases de una línea de actuación que en la actualidad está totalmente consolidada. También se pusieron las bases de los trabajos de restauración del patrimonio civil y religioso de Gipuzkoa y se creó el primer taller de restauración de pintura y escultura en Arteleku. La multidisciplinariedad en los trabajos de conservación y restauración empezó a estar presentes en estos proyectos, en gran medida debido a la mano de Manu: historiadores, etnógrafos, arquitectos, arqueólogos, restauradores, museólogos eran consultados y formaban parte de los equipos de trabajo. Se tejieron redes de colaboración nacionales e internacionales, en buena parte gracias a Manu, que hoy siguen vigente.
Los retos no le asustaban, y más si tenían que ver con el patrimonio marítimo, una de sus pasiones. Y uno de sus grandes retos fue la primera fase de rehabilitación de la Draga Jaizkibel, que entre los años 2011 y 2012 abordó con Enrique Lekuona, fallecido no hace mucho tiempo. Otros desafios fueron la recuperación del taller y producción de Porcelanas del Bidasoa o el diseño y montaje de las áreas de tratamiento húmedo del taller de materiales arqueológicos de Gordailua.
Para él, el final de su vida laboral en la administración no supuso “desengancharse” de su pasión por el patrimonio. Al contrario, tras su jubilación, en 2011, encontró un grupo en el que seguir trabajando por su pasión, el Patrimonio, y este no fue otro que Burdina Taldea de Andoain, grupo al que aportó toda su sabiduría en proyectos realizados a lo largo de las ferrerías del Leizarán (Olazar, Olloki, Mustarzar) en los que trabajaba como un voluntario más, codo con codo con los demás voluntarios del grupo. La actividad se extendió también a Navarra, con trabajos realizados en Leitza y Areso, en hornos y cuevas que fueron redescubriendo y restaurando.
Manu Izaguirre se mantendrá mucho tiempo vivo en las colecciones recogidas, aquí en Gordailua, en las piedras de iglesias y caseríos de nuestro territorio, en las múltiples publicaciones, en sus dibujos y en el archivo de imágenes del Servicio de Patrimonio, en las embarcaciones de la colección foral, en las piezas arqueológicas extraídas por él y su equipo, pero sobre todo serán referentes su manera de vivir y compartir los valores del patrimonio.