Sendagrup, centro médico de Donostia-San Sebastián, nos da la mejor información sobre los procesos de dolor muscular en la tercera edad
La elevada prevalencia del dolor en la población anciana, junto con las consecuencias deletéreas del infratratamiento del dolor producen, a un elevado costo, no sólo económico, sino en lo personal, social y familiar. Los ancianos sufren una mayor incidencia de patologías dolorosas, por lo que se deben establecer estrategias de tratamiento adecuadas para su evaluación y manejo. Los ingresos hospitalarios de pacientes mayores de 65 años son tres veces más frecuentes que los ingresos de pacientes más jóvenes. Las personas mayores a menudo son excluidas de los ensayos sobre la evaluación y el tratamiento del dolor debido a deficiencias cognitivas o sensoriales.
Los profesionales tienden a subestimar las necesidades de dolor, por lo que se infra prescribe y se infra trata el dolor en los pacientes ancianos. El primer paso en el manejo del dolor es a través de su evaluación; aunque el dolor es una experiencia subjetiva. Las personas mayores muestran algunas diferencias al describir su dolor que puede ser atribuible a una serie de factores como la biología, la cultura, la religión, el origen étnico, el deterioro cognitivo, la organización o el contexto social. Las barreras de actitud también son relevantes debido a que todavía se cree que las personas mayores experimentan menos dolor que los otros grupos de edad. No es sorprendente que las personas mayores crean que el dolor es algo que hay que soportar y que es una parte inevitable del envejecimiento. El tratamiento eficaz del dolor es de suma importancia debido al aumento de la morbilidad y la mortalidad asociadas con el infratratamiento del dolor.
El dolor crónico es común entre la población que envejece, mucho más que en las personas jóvenes. El 17% de los adultos menores de 30 años presentan dolor crónico en Estados Unidos en comparación con el 57% de los mayores de 65 años. Además se han registrado informes de un 35 a 48% de mayores que experimentan dolor a diario, subiendo esta prevalencia a un 85% en ingresados en residencias.
El infratratamiento del dolor tiene muchas consecuencias perjudiciales que no sólo afectan al individuo sino que también puede afectar a su familia, amigos e incluso a la sociedad en general. Estas consecuencias incluyen la depresión, ansiedad, desnutrición, deterioro cognitivo, alteraciones en el ciclo sueño-vigilia, alteraciones funcionales, disminución de la socialización y actividades de ocio. Todo ello lleva un aumento de los costos sanitarios y una reducción sustancial en la calidad de vida (QOL). A nivel del dolor postoperatorio, un dolor no adecuadamente controlado está relacionado con estancias hospitalarias más prolongadas, aumento del tiempo para la deambulación y un deterioro funcional crónico, lo que indica que el dolor tiene un impacto más potente que el simple malestar y las necesidades para tratarlo no son solamente cuestiones de índole ético o moral. Hay que tener en cuenta siempre que la edad no es una enfermedad, aunque es un factor de riesgo independiente de morbimortalidad. La esperanza de vida se ha incrementado de manera notable en las últimas décadas, en buena parte gracias a los avances médicos. La población anciana es el sector de la población que más crece en los países desarrollados, de tal modo que actualmente representa entre un 15–19% de la población y se estima que en el año 2050 superará el 20% en países como Estados Unidos.
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