La madrugada del viernes, todas las alarmas saltaron en Ucrania. Tan solo unas horas después de que Kiev y Moscú hubieran anunciado un acuerdo para establecer corredores humanitarios, la ofensiva rusa se recrudecía sobre un enclave esencial: la central nuclear de Zaporiyia, la mayor de Europa. El ataque de las tropas del Kremlin sobre la planta energética había arreciado durante la jornada de este jueves, culminando en un bombardeo constante sobre las instalaciones a última hora de la noche. El fuego de artillería desató un incendio que alertó al Gobierno local. «Deben parar INMEDIATAMENTE», clamó en un principio el ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba a las 2:34 de la madrugada hora local. Dos horas después, las autoridades informaban de que el incendio estaría controlado, pero el miedo de Occidente a un incidente nuclear ya era una realidad.
Para las 8:30 hora local, las tropas rusas han «tomado completamente control» de la planta, según sendos comunicados del organismo de Regulación Nuclear de Ucrania y la administración militar de la región. Se desconocen por el momento las víctimas mortales entre las fuerzas ucranianas encargadas de la defensa del sitio, pero el personal operativo local de la planta seguiría trabajando para «asegurar el funcionamiento seguro».
La planta, en el municipio de Energodar, es un punto estratégico en la planificación de Vladímir Putin. La central genera el 25% de la energía que produce Ucrania y alberga seis de los 15 reactores nucleares del país. El Ejército ruso ya trató de hacerse con el control de Zaporiyia a comienzos de la semana, pero su avance se vio limitado por las barricadas y una muralla humana de los trabajadores y habitantes de la zona, que interpusieron camiones y formaron una hilera de cientos de personas para impedir el acceso de los vehículos de Moscú. Rusia se replanteó la ofensiva y fue este jueves cuando agudizó su ataque.