Estudios Durero ha abierto una línea de negocio para comercializar elementos de comunicación gráfica (como los que ya elaboran) capaces de descontaminar el aire. Todo un ejemplo, incluido en el Banco de Casos Prácticos de Innobasque, de cómo la lucha contra la contaminación puede ser fuente de riqueza.
Si te llamas Durero y te dedicas a las artes gráficas, la excelencia es toda una obligación. Una obligación que incluso va más allá de lo que, a priori, podría ser de tu incumbencia. ¿Tiene, por ejemplo, que preocuparse por la calidad del aire de cualquier ciudad una empresa que produce elementos de comunicación gráfica, reproduce arte y fotografía o trabaja la impresión 3D? Pues no. No al menos más allá de procurar que la planta donde realiza estas actividades genere el menor impacto medioambiental posible. Sin embargo, en Durero han visto cómo aceptar parte de esa responsabilidad puede, además de aportar su granito de arena al bienestar de todos, generar una nueva e innovadora línea de negocio.
La clave está en un nuevo tipo de barniz, que en España sólo puede ofrecer la firma zamudiotarra, con el que recubren los carteles, vallas publicitarias, lonas o banderolas que fabrican otorgando con este gesto a cualquiera de estos elementos la capacidad de descontaminar el aire. ¿Cómo? Pues gracias a la fotocatálisis, una reacción química muy parecida a la fotosíntesis que hace que la radiación solar ultravioleta active la clorofila vegetal. Ésta, a su vez, trasforma en oxígeno puro el dióxido de carbono, el CO2, que es un gas altamente nocivo y uno de los principales responsables del efecto invernadero.
Bueno, pues, de manera similar, en la fotocatálisis las superficies tratadas con partículas ultrafinas de dióxido de titanio transforman en vapor de agua algunos contaminantes habituales en la atmósfera, como el óxido de nitrógeno, el óxido de azufre o los compuestos orgánicos volátiles del tipo de los que se producen por la quema de combustibles, como gasolina, madera, carbón o gas natural, así como por el uso de disolventes, pinturas, pegamentos y otros productos empleados y almacenados en casa y en el lugar de trabajo. Y todo a partir de su exposición a la luz, ya sea natural o artificial. Sin necesidad de nada más. De ahí que la Unión Europea considere la fotocatálisis será en un futuro próximo un elemento clave en los llamados sistemas pasivos de control y reducción de la contaminación en las cuidades.
En realidad, el proceso se conoce desde los años cincuenta del siglo pasado y la comercialización de productos con esta tecnología comenzó a partir de 1968. Pero es ahora cuando se está viendo su aplicación, especialmente en la construcción, ya que también puede neutralizar mohos y bacterias. A ello se dedica desde 2004 la empresa estadounidense Pureti, que ha patentado sus propias innovaciones a para provocar la fotocatálisis en diversos materiales. Por ella ha logrado varios reconocimientos como la designación como socio tecnológico de la NASA o su inclusión en el proyecto Iscape, uno de los dirigidos a las ciudades inteligentes del programa marco H2020 de la Unión Europea.
Entre esta tecnología patentada está el barniz específico para el mundo de las artes gráficas denominado Pureti_Print, que Durero aplica mediante micronebulización sobre materiales como, pongamos, los anuncios de las exposiciones del Museo Guggenheim. Y sean los grandes paneles junto a la fachada del museo, las banderolas de las farolas o vinilos que recubren el tranvía. De modo que en cuanto estos elementos quedan expuestos al sol, el barniz fotocatalítico con que han sido recubiertos empieza, literalmente, a limpiar el aire. Una superficie de un metro cuadrado de Pureti_Print equivale al efecto renovador del aire que genera un árbol adulto.